jueves, 9 de julio de 2020

UNA VEZ CONTÉ UN CUENTO CAPÍTULO 1

Hoy fecha patria en la Argentina, comienzo una nueva era en este espacio.
Desde siempre me gustó leer los cuentos de fútbol de Fontanarosa y Eduardo Sacheri. 
Un día los empecé a escuchar en la voz aterciopelada y magistral del periodista Alejandro Appo y el corazón se me hizo trizas por la emoción que vivía al oirlos.
Y  con mi audición dale bolso   vigente por esos años pensé, y si yo algún día pudiera hacer minimamente algo parecido, no igual porque ya pasaría a ser un atrevimiento. 
Y ahora que ya no estoy mas en el aire, después de 31 años consecutivos, y con mucho menos que hacer que en otros tiempos, decidí tirarme al agua y ver que pasa.
                             UNA   VEZ  CONTÉ UN CUENTO
Fue un 17 de noviembre de 1988, casi de casualidad, nuestro Nacional venía a los tropezones, y alguien de esos que andan en la vuelta como moscas me dijo, che vos que tenes alguna experiencia en esto, porqué no encaras algo para cambiar la pisada.
Y no sin un poco de audacia viste, de esa que todos los terraqueos tenemos, fuimos a la guerra, y entre charlas de allá y de acá, y el mangaso a gente de la institución, comerciantes todos, y conseguir una radio que nos diera pelota, logramos el objetivo. y comenzó una quijotada que tendría años de permanencia.
Mirá que te lo digo de verdad, yo pensé que duraba lo que un lirio, dos o tres locos a los que no conocía nadie, comenzando un programa de radio, donde no sabíamos ni como sentarnos frente al micrófono, de como había que hablar, y lo que íbamos a decir durante una hora. Te lo juro de verdad, el culo me hacía guiñadas, el cagaso era tan grande, que estuve a punto de levantarme e irme a la mierda. Pero ya estaba pagado, nos habíamos roto el alma, mis compañeros de aventura me decían, si vos estás cagado que dejás para nosotros. Dejate de joder, si no, ponemos música y nos vamos.
Pero sabes una cosa, agarramos ese coraje, y la desfachatez que nos viene a los yoruguas, y no se como ni me lo preguntes, sería por el amor y el fanatismo que teníamos por la institución. Y  empezamos a hablar y a discutir entre nosotros sobre cualquier tema. Y el tiempo pasaba, y como yo estaba acostumbrado a hablar en algún programa, metimos algunos biscochazos y nos fuimos acomodando. No lo podíamos creer, mirábamos el reloj y la hora nos decía, ya está, fue la primera vez para mi, que solo manejaba la situación, ni te digo los que estaban conmigo, yo ya había hablado por radio, pero como director de un programa nunca me había metido en ese viaje. Te confieso, la respiración y el jadeo nos reventaba el pecho, pero no preguntes ni lo que dijimos, lo único que se, es que salimos rajando de la radio llenos de verguenza,  como si hubiera habido una multitud detrás del micrófono, y resulta que nos convencimos que nuestros familiares fueron los que se fumaron lo que habíamos hablado. La espera para el segundo programa sería una verdadera incógnita, un susto ya mas mesurado estaba metido en nuestros cuerpos, y así fue el comienzo.

                                                                   Enrique Bello  














































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