RUTA 102

Construyeron un estadio, dicen los que lo vieron que adentro está muy bien.
Pero como la desesperación por construirlo de apuro los abrumaba, vaya uno a saber porqué causas, hicieron todo al revés. En vez de comenzar por la infraestructura exterior para la comodidad y seguridad de los asistentes, con caminería adecuada, estacionamientos acordes, para la cantidad de espectadores concurrentes, ingresos normales y seguros, iluminación exterior, y sin barriales a las afueras, no, damianito y su séquito, primero; nombre falso al escenario, para molestar a los adversarios principales, a quien nos referimos, pues a nuestro Nacional. La prensa dio la manija previa, porque cuidado, nada de hablar mal ni criticar, hay mucha publicidad en danza para los medios y hay que cuidarla. No conviene tener problema con nadie. Para Peñarol, el siglo veinte comenzó en 1960, hay que avisarles que andan muy mal en matemáticas, el siglo veinte comenzó en 1901 y durante sesenta años el dominador futbolístico en el Uruguay fue el Club Nacional de Football. Una mentira flagrante mas, a su largo collar de perlas y falsedades, que algunos creen que por decirlas mil veces las transforman en verdades y no se han dado cuenta, o no se quieren dar cuenta que una mentira dicha mil veces seguirá siempre siendo una mentira.
Yo lo bauticé Ruta 102, porque está inserto allí y porque es el nombre mas adecuado.
Una vez inaugurado, nadie sabe para que lo autorizan y si lo autorizan, es todo una incógnita como una incógnita es Peñarol en toda su dimensión, no sabe lo que quiere, no sabe a donde va ni de donde viene. 
No se si fue casualidad, pero los Panamá Papers, hoy fruto de una movida mundial que sacude al mundo de los corruptos, nos traerá en poco tiempo alguna sorpresa, porque el fútbol no está exento y muchos de sus próceres de barro  pueden generar algo inesperado, que da para desconfiar de cualquier cosa.
Nombres hay para tirar para arriba, ud. no desconfiaría. Yo si.
Ah me olvidaba, el clásico se juega en la Ruta 102 o el chucho invadió a la carbonería.


                                                                Enrique Bello