martes, 4 de agosto de 2020

UNA VEZ CONTÉ UN CUENTO Capítulo 6

Andanzas por el interior de la República, ya de solo recordarlas me emociono. Cuanta cosa hicimos por nuestro Nacional.
Lo primero en mencionar es en la historia de la radiotelefonía uruguaya que un programa, en este caso el nuestro deportivo partidario, Dale Bolso fuera emitido en 62 oportunidades desde ciudades, pueblos y villas del interior del país, en forma directa con todos sus integrantes. Nadie hasta nuestro conocimiento jamás lo hizo.
Para ser sintéticos, solo dos departamentos fueron los que por diferentes razones que ya ni recordamos, nos pudieron tener presente. Artigas y Treinta y Tres. Los demás todos fueron visitados, y si hablamos de la gente, una maravilla en sus diferentes recibimientos. Recordamos todos los lugares en que estuvimos, los invitados especiales que gente de Nacional de cada zona nos llevaba, ya de por si generaban expectativa. En lugares alejados de la capital, nos proporcionaban alojamiento y comida para que no volviéramos manejando en plena madrugada. El trato era fenomenal, llevábamos regalos o atenciones, se organizaban recibimientos que no dejaban de darnos un poco de verguenza por lo exagerados. En definitiva como se los decíamos a todos, no eramos representantes oficiales del club,sino un simple programa partidario que pretendió siempre ser diferente.

Recorrer con equipos de veteranos cantidad de lugares y vestirnos para jugar con ellos frente a equipos lugareños, con gente mas joven, era un placer. Después de finalizado venía el almuerzo de confraternidad. No nombro jugadores porque temo olvidarme de alguno y sería una terrible injusticia. Acaso la queridísima figura de Roberto Sosa, en él mi recuerdo hacia todos, los que están y los que ya se fueron.
Inolvidables jornadas, ya dentro de los ómnibus que nos trasladaban, las anécdotas iban y venían y era un privilegio único para mi.
La historias con personajes poco creibles de los lugares visitados permanecen en nuestras retinas, porque costaba creer lo que pudimos vivir in situ. 

Si no fuera por el espacio, este tipo de historias y cuentos que estamos llevando adelante, y no con la finalidad de sacarnos ningún cartel ni nada que se le parezca, tendrían que tener una extensión de horas, escribiendo que se trnsformarían en interminables. 

Dejo para el final y se que de este comentario va a surgir algún malestar de cierta sensibilidad.
Cuando don Rogelio Ramirez con varios compañeros resolvieron volver a hacer ciclismo con la camiseta tricolor en las rutas, tuve la suerte de ser invitado no como dirigente, sino como colaborador, porque sabían que ese deporte me apasionaba.
Se formó un equipo en los que entre varios había un guristo flaquito esmirriado por el que nadie daba nada, pasaría a ser una figura inconmensurable en el club. El día de la presentación se me acercó don Alberto Camilo Velazquez un prócer del ciclismo nacional y gran director técnico y me dijo en voz baja, mire ese botijita chiquito al que nadie conoce lo traje de Paysandú y va ser el mejor ciclista uruguayo de los últimos 30 a 40 años en el Uruguay.
Yo lo miraba atentamente y me limitaba a escuchar, era Milton Wynants. 
Así con Sartore, Ubach, Barrios y Wynants entre otros se salió a correr. Las pruebas domingueras para Nacional eran casi de dominio absoluto.
En las pruebas de largo aliento de carnaval y turismo, lo que se vivía en las llegadas de las ciudades era tocante, ya muchos kilómetros antes de la llegada un mundo de gente con los distitivos de Nacional nos hacían emocionar hasta las lágrimas. Yo nunca había visto una cosa así. Pero lo lindo es que el equipo con Wynants en los primeros planos respondía y no solo respondía , ganaba. Un día entre tanta cosa insólita la caravana se desplazaba por ruta 26 desde Melo a Tacuarembó, trayecto largo, cansador y peligroso por un ruta en no buen estado. Nosotros con nuestros compañeros nos habíamos adelantado un poco porque sabíamos que en el tramo final la locura de la gente era tremenda. Un rato antes de llegar a pueblo Ansina ya cerca de Tacuarembó, pasa algo que me paraliza el corazón y le digo a quien manejaba pará pará acá ya. Y así fue. Hacia la izquierda del camino, a unos 50 metros de la ruta, y sobre una lomita, un caballo percherón de patas blancas, y encima de él una figura de un hombre de campo, curtido por el trabajo y los años, que nos paralizó, sentadito en el equino alzaba sobre su mano derecha una bandera enorme de Nacional. Jamás podremos olvidar esa imagen, el premio para él era ver a su Nacional en la zona, y el toque final le debe haber llegado cuando a la meta en Tacuarembó Milton Wynants decía nuevamente primero yo.
Con el ciclismo donde el ciclista descansa mejor es en las unidades militares y allí estuvimos siempre con el trato deferente de quienes eran partidarios o no del club. Con amplio sentido de la deportividad. Y eran otros tiempos sin tanto odio ni radicalización de ideas como existe hoy

                                                               Enrique Bello.

 


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