sábado, 29 de diciembre de 2018

CRÓNICA DE UNA MUERTE ANUNCIADA

No había que ser un erudito para darse cuenta de entrada nomas que el reclamo de Nacional por los puntos del último clásico por presunta inhabilitación del ayudante técnico de Peñarol, no iba a tener andamiento.
Fue un reclamo sacado de los pelos, después de una derrota fea y que había tenido un arbitraje lamentable de la terna validando un gol totalmente ilícito.
Que hay enquistada una mafia en el fútbol, nadie lo pone en tela de juicio, ni siquiera el propio periodismo manya, con silencios cómplices para no comprometerse con nada y así cuidar sus chacritas económicas con sus bolsillos llenos. 
Pero eso viene de lejos, no es de ahora, en el fútbol de hoy nadie genera credibilidad, está a la vista con la dirigencia, con los árbitros, con quienes los designan, con los tribunales que tienen que expedirse ante situaciones de violencia, reglamentarias o litigiosas.
Nadie da garantías de seriedad y fundamentalmente de ecuanimidad, de criterios, de equilibrios, de sensatez y  entonces la honorabilidad en los procedimientos está siempre en tela de juicio. Todo por la sencilla razón de que se actúa con la camiseta del club que los puso en el cargo y al cual responden para defenderlo y votar sea como sea para favorecer al equipo del cual son hinchas. 
Y así pasan las cosas, y seguirán pasando, es muy triste decirlo pero es una realidad que rompe los ojos. A nadie le importa nada.
A mi no sorprendió nada este fallo adverso a Nacional, como en el turf pagaba 2.40. Se expuso al Dr. Navascuez a una derrota política innecesaria, y lo peor el lo sabía, y la tuvo que aceptar por ser funcionario rentado del club, conclusión primaria la directiva anterior lo mandó a la guerra con un tenedor. Y para mi algo  mas grave, fue el aval que le siguió dando al tema la nueva conducción llena de individuos capaces e inteligentes, que debieron desistir de seguir adelante y evitarse su primera derrota en las oficinas,  que menos garantías brindan a todo el espectro del fútbol uruguayo con nuestro Nacional en primera fila . Una vieja frase decía ya ni en los sepulcros creo, bueno, si lo he dicho no se cuantas veces, no creo en la justicia del país,  menos aún creo en la justcia del fútbol.
No lo hago habitualmente, allá cada tanto, cuando aparece algún tema candente, lo único que leo de la página Decano, es el espacio de el talud con comentarios de la gente, como lo fue éste.
Me mojé todito con las lágrimas derramadas protestando por todo, cuando se sabía de entrada que la pérdida de este reclamo era cosa juzgada, y que Nacional no perdió el campeonato en el clásico. Naconal regaló el campeonato como la Sudamericana en 15 días deplorables del equipo. Pero querer justificar los errores garrafales nuestros, cometidos a granel, y teniendo que escuchar y leer durante semanas a parciales, allegados ex dirigentes, y dirigentes actuales, avalar el reclamo hecho. Indicó a las claras el desvarío en que la institución fue quedando sumida por errores y horrores poco creibles.
Esta directiva encabezada por el Ingeniero Decurnex tiene que barajar y dar de vuelta, generando cambios sustanciales en el manejo de Nacional, primero, no frente a su rival, sino a lo que expreso siempre, Peñarol,  su enemigo ancestral y mas sucio  que recuerde la historia. La descarada y sin escrúpulos prensa deportiva, que averguenza una profesión tan digna de ejercer, si se realiza dentro de parámetros normales como correspondería.
Una tarea sumamente complicada le espera al nuevo encargado de comunicaciones de la institución, Martín Sarthou, experiencia y sabiduría periodística tiene y de sobra, no se si para lidiar  con gente anti Nacional está preparado, el tiempo dirá.
Conclusión final, Si esta directiva nueva, hubiera desistido de este reclamo, habría cuidado a Navascuez y su prestigio, hubiera dejado regalada a la directiva saliente, y demostrado que la grandeza también se demuestra en la derrota. No fue así y hoy asistimos a una burla absolutamente inmerecida que nos lastima.


                                                                   Enrique  Bello.


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