lunes, 30 de julio de 2018

SE CAYO LA ESTANTERIA

Son tantos los que han hablado, y nadie  aclara nada, que uno la tiene mas clara que un cinco a cero.
Hace años, muchos años  que venimos diciendo, que el fútbol uruguayo está podrido. Nadie es creible, ni dirigentes, ni técnicos, ni jugadores. 1998 y el advenimiento de Tenfield a los primeros planos del fútbol, fueron el comienzo del fin.
Como hongos comenzaron a ser partícipes de la nueva diagramación, los empresarios, o contratistas, para mi intermediarios, que comenzaron a manejar clubes, futbolistas y a dirigentes. Estos últimos creyeron que las soluciones venían de ese lado y se le iban a facilitar las cosas, fundamentalmente en la venta de futbolistas. Y no se dieron cuenta, o si, vaya uno a saberlo que recibían plata a costa de perder potencial deportivo, pero que esa plata recibida no les alcanzaba para nada. Y así empezó la debacle.
Se comenzaron a desfinanciar, se endeudaron, los pasivos crecieron, aparecieron como buitres arriba del cadáver, los gerenciamientos, la enorme mayoría fracasados, salvo alguna excepción que por ahí anda y el desbarranque fue  total.
Una caída libre que continuó con los años, y que hoy permanece enhiesta, por la inoperancia, la incapacidad y otras yerbas en las que no quiero incursionar, pero que son archi sabidas. Mientras todo esto ha ocurrido durante veinte años mucha agua ha pasado bajo el puente, el fútbol en su máximo desconcierto a todo nivel. Pero una empresa enriquecida en extremo por la ambición del poder, y avalada por un periodismo entregado escandalosamente que vio el guille de su acercamiento a la misma, por mera conveniencia económica, fue aprovechado por aquella, para intronizarse en la cúspide, no solo de los estamentos del fútbol, sino de otros deportes y hasta el carnaval. Y con un silencio sepulcral de gobiernos, que como el actual le condonó una deuda monstruosa con el fisco.
Yo estoy seguro que muchas personas de bien, debe de haber en el fútbol, muchos palpitando cosas turbias, se fueron apartando, y otros se fueron, vilipendiados en su máxima expresión. Pero muchos otros se quedaron, porque estar en el ambiente del fútbol da notoriedad, y permite logros difíciles de conseguir por otras vías.
Siempre lo hemos dicho, para qué, once dirigentes por club, no tienen razón de ser, mas once suplentes, porqué, porque si querés conocer a pedrito dale un carguito. Todo el mundo quiere ser protagonista del fútbol, allí vuela en su derredor mucha plata, y la plata corrompe, y si esa plata es fácil y sin mucho esfuerzo,  corrompe mucho mas.
Por eso y muchas cosas mas, hoy se vive lo que se vive, un estado de putrefacción cada vez mas agudizado, que aunque no les guste a muchos que lean esto, está relacionado con lo que pasa en el país.
Valdéz después de recorrer medios periodísticos, presentando su proyecto de conducción, y de visitar clubes para dar explicaciones, resuelve de la noche a la mañana, irse por la puerta de atrás. Mansillado por todo el espectro deportivo y no deportivo, que no le cree nada de lo que ha dicho. Se va gritando socorro, que alguien me tire una soga para salvarme, porque metí la pata hasta el cuadril. Y también le apareció el serrucho, o la garlopa, con audios  que lo han comprometido en extremo y vaya uno a saber cual es el consumo final de una situación gravísima. Todo sin aclarar medianamente aún, de lo que tendrá que hacerse cargo, la justicia investigando a fondo, el Ministerio del Deporte con su Secretaría de Deportes, el parlamento nacional, con Senadores y Diputados que deberán manejar el tema con la seriedad y prontitud que este caso amerita.
Así en silencio y entre gallos y medias noches, no puede ni debe quedar esto, los responsables, que está claro los hay, pero no aparecen a dar la cara y denunciar si tienen pruebas, de cosas espúreas, de presiones, chantajes, extorsiones, todas cosas que se comentan por estas horas, mientras un país futbolístico como lo es el nuestro, asiste asorado y no da crédito a tanto deterioro.


                                                                  Enrique Bello   

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